Náufraga
soy y, en la desierta orilla
donde
la suerte me arrojó inhumana,
solo
me queda mi feliz barquilla
para
lanzarme al piélago mañana.
En
ella surcaré los anchos mares,
los
abismos y escollos salvaré,
y
si alivio no encuentro a mis pesares
abrazada
con ella me hundiré.
¡Santa
barquilla, religión divina!
en
el revuelto mar de mi existencia
tú
eres la sola luz que me ilumina,
tú
eres mi bien, mi poderosa ciencia;
tú
eres la sola y única esperanza
que
alienta al corazón desfallecido,
cuando
del mundo en la terrible danza
el
pecho exhala su postrer gemido.
Fuente:
La guirnalda literaria (1870).
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La edición es mía.
Photo via Visual Hunt
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