La neblina, de Adela Arriola



Gasa leve, vaporosa,
que flotando entre las flores,
vas volando vagarosa,
devolviendo deliciosa
a los prados sus verdores.

Leve encaje de la aurora,
ilusión de la mañana,
con la luz encantadora
tu ropaje se colora
y del iris se engalana.

Con el alba te apareces
junto al límpido arroyuelo,
y mágico encanto ofreces
a los prados que embelleces
con tu leve y blanco velo.

Envolviendo vas, ligera,
en tus blondas celestiales
la cabaña, la pradera,
y la altísima palmera,
y balsámicos rosales.

¿Te formaste, di, celaje,
con la luz del claro día?
¿O eres transparente encaje
que formó para su traje
soñadora poesía?

Di, ¿qué buscas en la altura
que subiendo vas veloz?
¿Eres tú la ofrenda pura
que le ofrece la criatura
al omnipotente Dios?

¿O eres tú de la mañana
la radiante vestidura,
cuando mágica se afana
por mostrarse más galana
a la espléndida natura?

De las lágrimas formado,
vaporoso y blanco velo,
que las almas han llorado,
¿todo el llanto tú has juntado
y lo llevas hasta el cielo?

Yo no sé; mas tu albo encaje,
para el alma soñadora
es el mágico celaje
de un espléndido paisaje
de belleza seductora.

Ya, su velo celestial
recogiendo, desaparece,
y del nítido raudal
riza apenas el cristal
que sus blondas humedece.

Allá va despareciendo
con su manto de vapores;
poco a poco descendiendo,
sus encantos va perdiendo
de la luz a los fulgores.

¡Vuelve, bruma, con tu velo
nacarado, de ilusión!
Junto al plácido arroyuelo
te veré subir al cielo
al gemir de mi canción.


Fuente: Poetisas mexicanas (1893).
** La edición es mía.




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