Gasa
leve, vaporosa,
que
flotando entre las flores,
vas
volando vagarosa,
devolviendo
deliciosa
a
los prados sus verdores.
Leve
encaje de la aurora,
ilusión
de la mañana,
con
la luz encantadora
tu
ropaje se colora
y
del iris se engalana.
Con
el alba te apareces
junto
al límpido arroyuelo,
y
mágico encanto ofreces
a
los prados que embelleces
con
tu leve y blanco velo.
Envolviendo
vas, ligera,
en
tus blondas celestiales
la
cabaña, la pradera,
y
la altísima palmera,
y
balsámicos rosales.
¿Te
formaste, di, celaje,
con
la luz del claro día?
¿O
eres transparente encaje
que
formó para su traje
soñadora
poesía?
Di,
¿qué buscas en la altura
que
subiendo vas veloz?
¿Eres
tú la ofrenda pura
que
le ofrece la criatura
al
omnipotente Dios?
¿O
eres tú de la mañana
la
radiante vestidura,
cuando
mágica se afana
por
mostrarse más galana
a
la espléndida natura?
De
las lágrimas formado,
vaporoso
y blanco velo,
que
las almas han llorado,
¿todo
el llanto tú has juntado
y
lo llevas hasta el cielo?
Yo
no sé; mas tu albo encaje,
para
el alma soñadora
es
el mágico celaje
de
un espléndido paisaje
de
belleza seductora.
Ya, su velo celestial
recogiendo,
desaparece,
y
del nítido raudal
riza
apenas el cristal
que
sus blondas humedece.
Allá
va despareciendo
con
su manto de vapores;
poco
a poco descendiendo,
sus
encantos va perdiendo
de
la luz a los fulgores.
¡Vuelve,
bruma, con tu velo
nacarado, de ilusión!
Junto
al plácido arroyuelo
te
veré subir al cielo
al
gemir de mi canción.
Fuente: Poetisas mexicanas (1893).
** La edición es mía.
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