¡Cuán
bella estás, sentada cual sultana
sobre
el pérsico, espléndido cojín!
Y
es de tus pies la lúmida [sic] peana
el
más pomposo y plácido jardín.
¡Cuán
bella estás! Del valle de las flores
serás
siempre la Hespéride gentil.
Dante
los bosques lánguidos rumores;
frescas
coronas bríndate el pensil.
¡Cuán
bella estás! Del árabe la mente
nada
tan bello acertará a soñar:
por
ti él trocara su preciado Oriente,
en
ti el Edén imaginando hallar.
No
envidies, no, del Yemen los jardines:
flores
sin par da el valle para ti;
tu
guirnalda de pálidos jazmines
ronda
veloz el lindo colibrí.
Besan
tu sien los céfiros amantes.
Ledo
te arrulla el tierno ruiseñor,
y
en las fuentes los pámpanos flotantes
dan
a tu sueño mágico rumor.
………………………………………
Mas,
¡ay!, tan sólo con tu imagen bella
réstame
ya sin tregua delirar,
oculta
para mí, tú, como estrella
que
su disco luciente hundió en el mar.
Si
no he de verte más; si un hado pérfido
lejos
de ti condéname a morir,
¡que
un soplo tuyo venga a mi sepulcro,
sus
pálidas violetas á entreabrir!
Fuentes:
La guirnalda literaria (1870)
y
Poetisas americanas (1896).
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La edición es mía.
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