Marchito
ya, sin hojas ni frescura,
de
asoladores vientos castigado,
a
la mísera suerte abandonado,
lamentas
tu infinita desventura:
no
te ofrece la brisa en la espesura
de
sus alas el soplo regalado,
y
de aromas y flores despojado,
eres
cadáver de la selva oscura.
Pasa
el arroyo sin mirar tu frente,
sin
verter en tu tronco carcomido
el
agua de su plácida corriente;
y
tú entretanto, de sufrir rendido,
te
estremeces al fin, caes tristemente,
y
ruedas por los campos del olvido.
Fuente:
Poesías (1854).
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La edición es mía.
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