Adiós,
México hermoso; adiós, Patria querida;
voy
a dejar el suelo bendito en que nací.
Voy
a ver otras tierras; voy a pasar los mares;
a
ver países bellos y nuevos para mí.
Pero,
¿podré olvidarte, oh, México querido?
¿Podré
olvidar tus montes, tu cielo de zafir [sic],
tus
campos de magueyes, tus verdes platanares?
¡Oh,
México querido!, ¿podré olvidarte a ti?
¿Podré
olvidar la Virgen que se halla entre tus rocas;
que
bajó de los cielos un santuario a pedir;
que
nos dejó su imagen en un lienzo grabada,
y
que del mexicano hizo un pueblo feliz?
¡Oh,
nunca! Al ver de Europa las grandes capitales,
que
muestran del progreso las maravillas mil,
pensaré
en esta tierra, joven, sí, pero hermosa,
do
se meció mi cuna, do la luz pura vi;
en
la indiana doncella, que se aduerme entre rosas;
a
quien cubren las palmas y perfuma el jazmín;
que
levanta su frente coronada de perlas
y
tiene un lecho de oro en medio de un jardín.
Pensaré
en tus volcanes altísimos, hermosos;
en
tus bosques inmensos donde canta el clarín;
en
tus lagos azules, en tus campos de rosas;
en
México, en la tierra bendita en que nací.
Fuente:
Poetisas mexicanas (1893).
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La edición es mía.
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