En
vano quiero, patria bendecida
sin
la luz, sin el fuego de tu sol.
hacer
que brote mi olvidada lira
notas
de bendición, notas de amor.
Hay
de tu cielo un ósculo en mi frente;
aún
siento de tus brisas el vaivén;
mis
ojos fascinados quieren verte
y
en tu seno sus lágrimas verter.
Niña,
jugar solía allá en tus pampas
con
el placer que la inocencia da;
¡recuerdos
infantiles que no pasan
y
que a la tumba inmaculados van!
¡Ay!
Con dolor al recordarte siento
una
oculta, tristísima ansiedad,
porque
la muerte, con horror supremo,
cortó
una vida y extinguió un hogar!
El
hogar de mis padres que ostentaba
tanta
noble virtud y amable paz;
aquel
donde mi mano fue estrechada
al
recibir la bendición nupcial…
Mas,
perdóname, ¡oh, patria!, no debiera
con
incautos recuerdos de dolor
mezclar
tu imagen, de fulgores llena.
ya
que otro hogar me ha concedido Dios:
Hogar
que arrulla el Cauca rumoroso,
en
la histórica y noble Popayán;[1]
bendito
asilo, celestial tesoro.
donde
la luz de mi esperanza está.
Fuente:
Antología ecuatoriana (1892).
Photo via VisualHunt
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