Para
La Juventud Salvadoreña.
Quisiera
maldecirte y mi voz tiembla,
mi
labio balbucea y no pronuncia
ni
una sola palabra o una queja.
¡Quisiera,
ay, execrarte! ¡Horrible lucha!
Por
más que mi razón hoy te condene
mi
boca permanece siempre muda.
Y
siento consumirme, siento fiebre;
pero
mi corazón jamás ha odiado
ni
sabe para ti más que quererte…
No
sé si el corazón es rey o esclavo;
no
sé si hay en la tumba del olvido
labios
que puedan execrar lo amado;
almas
que odien lo que se ha querido.
San
Salvador, 1895.
Fuente:
La Juventud Salvadoreña (1895).
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La edición es mía.
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