Rebelión, de Delmira Agustini



La rima es el tirano empurpurado,
es el estigma del esclavo, el grillo
que acongoja la marcha de la Idea.
¡No aleguéis que sea de oro! El Pensamiento
no se esclaviza a un vil cascabeleo.
Ha de ser libre de escalar las cumbres,
entero como un dios, la crin revuelta,
la frente al sol, al viento. ¿Acaso importa
que adorne el ala lo que oprime el vuelo?

Él es por sí, por su divina esencia,
música, luz, color, fuerza, belleza.
¿A qué el carmín, los perfumados pomos?
¡Por qué ceñir sus manos enguantadas
a herir teclados y brindar bombones
si libres pueden cosechar estrellas,
desviar montañas, empuñar los rayos;
si la cruz de sus brazos redentores
abarca el mundo y acaricia el cielo,
y la Belleza sufre y se subleva;
si es herir a la diosa en pleno pecho,
mermar el torso divinal de Apolo
para ajustarlo a ínfima librea!

Para morir como su ley impone
el mar no quiere diques, ¡quiere playas!
Así la Idea cuando surca el verso
quiere al final de la ardua galería,
más que una puerta de cristal o de oro,
la pampa abierta que le grita “¡Libre!”.


Fuente: El libro blanco (frágil) (1907).
** La edición es mía.



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