A ti, de Clara L. Ferrer





Te amé, y al decirlo ahora
doblando la frente mustia,
muere la voz en mis labios,
tiembla en mi mano la pluma;
dos lágrimas mis mejillas
en ondas de fuego surcan
al recordar esas horas
¡que no han de volver ya nunca!

Mi amor fue un sueño de dicha,
tan inocente y tan pura,
que aún hoy su aroma me embriaga
y su fulgor me deslumbra.
Sin él, el mundo me ofrece
la soledad de la tumba;
y si hoy con él me brindaras,
llorando dijera: ¡Nunca!

Como enemigos aceros,
nuestras palabras se buscan
y, altivas y desdeñosas,
nuestras miradas se cruzan.
Con tu suprema arrogancia
me has provocado a una lucha,
en que podrás verme muerta…
rendida a tus plantas, ¡nunca!

Si suplicante y vencida
caigo ante ti en esa lucha,
¡que tu desprecio me agobie!
¡Que tu altivez me confunda!
¡Sello de eterna ignominia
mi frente a tus ojos cubra!
Piedad, de mí no la tengas;
de mí no la aguardes ¡nunca!

Por ti he libado mil veces
el cáliz de la amargura…
Óyeme bien: si algún día,
con voz de amor y de angustia,
clamases perdón llorando
de hinojos sobre mi tumba,
se irguiera ante ti mi sombra
y airada dijera: ¡Nunca!


Fuente: Poetisas mexicanas (1893).
** La edición es mía.

Photo credit: foilman via Visualhunt.com / CC BY-SA

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