Lidia, de María Sabbia



Envuelta en níveo y vaporoso manto,
plácidamente en languidez sumida,
Lidia reposa, de mortal congoja
libre su pecho.

¿Duerme? Su aliento acompasado mueve
el casto seno, y se comprende al verla
que por el aire, suavemente, pase
            tierno suspiro.

¿Sueña? Su boca al entreabrir parece
que besa y ríe a su invisible dueño;
o acaso… ¿acaso a misteriosa y dulce
            voz no responde?

¿Qué ojos amantes de mirar sereno
verá en los suyos reflejar dichosos?
¿Con qué ternura le dirá sus ansias
            tímidamente?

Tú que la miras, venturoso amigo,
si con amor alguna vez en sueños
viste pasar una visión querida,
            no la despiertes.

No la despiertes y a los cielos pide
que a ella propicios y benignos sean;
pide que viva complacida siempre,
            siempre soñando.


Fuente: El parnaso oriental.
** La edición es mía.

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