Santa Elena, de Josefa Acevedo



¿Ves, pasajero, el árido desierto,
la dura peña por el mar cercada?
¿Descubres esa mísera morada
en donde el grande Napoleón ha muerto?

¿Ves esa tumba que la envidia ha abierto,
do yace tanta gloria anonadada?
Albión[1] soberbia la contempla airada,
¡y el tirano vigílala despierto!

Del héroe temen aún la fría ceniza,
y su mortal despojo se encadena;
mas la fama sus hechos eterniza,

su gloria inmensa el universo llena,
y su sombra sagrada inmortaliza
la roca sepulcral de Santa Elena.


Fuente: Poetisas americanas (1896) 
y La guirnalda literaria (1870) [cotejadas].
** La edición es mía.






[1] Antiguo nombre que se empleaba para referirse a Gran Bretaña y, por extensión, al Reino Unido.

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