Llegan
las dulces horas de la tarde
sumiendo
el alma en celestial ensueño,
los pesares se borran
tras
los fulgores de irisados velos.
Frente
al bello esplendor de la campiña
que
baña el sol en vívidos reflejos,
en enjambre divino
brindan
las ilusiones, su misterio.
En
esas horas de sin par dulzura,
de
eterna languidez, cuando en el cielo
se reclinan las nubes,
y
es todo acá en la tierra, paz, silencio…
Cuando
las flores con amor extienden
la
tenue seda de sus níveos pétalos,
y en el aire hay perfumes
suaves
y puros, de azahar y trébol.
Mi
alma te llama; sus potencias todas
vibran
unidas en ferviente anhelo,
el de posar los ojos
sobre
los tuyos de mirar sereno.
…………………………………
Pasan
las dulces horas de la tarde
como
aves bellas en pausado vuelo,
la luz en la onda muere,
la
sombra extiende sus crespones densos.
No
dejes que la lúgubre tristeza
tienda
los suyos en mi amante pecho,
de tu mirada pura
la
luz divina cual caricia quiero.
Quiero
tu dulce amor y con delirio,
como
los siento en mis más dulces sueños;
sentir cómo palpitan
sobre
mi frente tus ardientes besos.
Fuente:
El Parnaso oriental (1905).
**
La edición es mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario