A él, de Clara Giannetto



Llegan las dulces horas de la tarde
sumiendo el alma en celestial ensueño,
los pesares se borran
tras los fulgores de irisados velos.

Frente al bello esplendor de la campiña
que baña el sol en vívidos reflejos,
en enjambre divino
brindan las ilusiones, su misterio.

En esas horas de sin par dulzura,
de eterna languidez, cuando en el cielo
se reclinan las nubes,
y es todo acá en la tierra, paz, silencio…

Cuando las flores con amor extienden
la tenue seda de sus níveos pétalos,
y en el aire hay perfumes
suaves y puros, de azahar y trébol.

Mi alma te llama; sus potencias todas
vibran unidas en ferviente anhelo,
el de posar los ojos
sobre los tuyos de mirar sereno.

…………………………………

Pasan las dulces horas de la tarde
como aves bellas en pausado vuelo,
la luz en la onda muere,
la sombra extiende sus crespones densos.

No dejes que la lúgubre tristeza
tienda los suyos en mi amante pecho,
de tu mirada pura
la luz divina cual caricia quiero.

Quiero tu dulce amor y con delirio,
como los siento en mis más dulces sueños;
            sentir cómo palpitan
sobre mi frente tus ardientes besos.


Fuente: El Parnaso oriental (1905).
** La edición es mía.



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