Fragmento de María Cenicienta, de Amelia Solar Marín



ESCENA II

Los mismos y un oficial de Palacio. El enviado del rey se acerca al trono y hace una reverencia.

Enviado del rey:         Una dama distinguida
de Palacio está a la puerta
y pide con voz incierta
besar vuestros pies, rendida.

Príncipe:                     ¿Su nombre?
Enviado:                     Decir no quiso.
¿Qué ordena su Majestad?
Príncipe:                     A la incógnita beldad
introducir es preciso.

(El enviado sale y después aparece conduciendo a Cenicienta de la mano hasta el trono, donde hace una reverencia.)

Príncipe:                     (Aparte.) ¡Qué pasmosa criatura!
(A Cenicienta con galantería.)
Princesa seas bienvenida
y en mi palacio acogida
cual reina de la hermosura
Cortes 1°:                    ¿Quién es? Decidme quién es.
Cortes 2°:                    No lo sé.
Cortes 3°:                    Tampoco yo.
Cortes 4°:                    Nadie aquí la conoció.
Cortes 1°:                    Voy a averiguar. ¡Pardiez!
Cenicienta:                 Perdonad mi atrevimiento.
Príncipe:                     (Con galantería.)
¿Perdonaros, dama hermosa?
¡Faltaba al vergel la rosa
y la luna al firmamento!
Vos llegáis a realzar
con vuestro vivo destello
este sarao tan bello…
(Óyense los primeros acordes de cuadrillas.)
¿Queréis mi brazo aceptar?

(Cuadrillas imperiales. El príncipe y Cenicienta en primera fila. Concluido el baile se pasean.)

Juana a Teresa:           ¿Viste alguna vez, Teresa,
entre nácar y arrebol
alzarse risueño al sol?
¡Así brilla esa princesa!
Teresa:                        Cual se contempla un tesoro,
tal el príncipe la admira.
¡Parece que ni respira!
Juana:                         Adiós mis ensueños de oro…
Príncipe a Cenicienta: Vuestro misterio respeto.
Quién sabe, acaso algún día
será dado al ansia mía
penetrar ese secreto.
Cenicienta:                 (Con melancolía.)
No pretendáis conocer
de mi existencia la historia;
¡grabará en vuestra memoria
la imagen del padecer!
Teresa:                        Oye, Juanita: una extraña
idea a mi mente viene.
Juana:                         ¿Y es?
Teresa:                                    Que la princesa tiene
un parecido que engaña.
Cuando aquí se presentó
creí ver, ¡habrá rareza!,
en tan notable belleza
a la Cenicienta…
Juana:                                                 ¡Ah! ¡No!
Príncipe:                     (A Cenicienta al enfrentar ambos la escena.)
Otras beldades yo vi;
no fijaron mi destino.
¡Dios os pone en mi camino
porque se apiada de mí!
Cenicienta:                 ¡Soy huérfana… y desvalida!
¡Cómo a mí tan alto puesto!
Príncipe:                     Sin vos me será funesta
la luz, el aire, ¡la vida!
¡Que al menos oiga de vos
un acento de consuelo! (Dan las doce.)
Solo una palabra…
Cenicienta:                                         ¡Cielo!
Amable príncipe, ¡adiós!

(Corre y desaparece dejando caer un escarpín.)

Príncipe:                     ¡Señores, presto, volad!
¡Hacedla que vuelva aquí!
¡Sin ella no hay para mí
ni amor ni felicidad!

(Damas y caballeros salen en tropel. Luego reaparecen en la escena. En ese momento el príncipe ve el escarpín y lo recoge con precipitación.)

Oficial al príncipe:      Cuando el concurso invadía
la escalera principal,
envuelta en su delantal
una mendiga corría.
Pero a la bella extranjera
no se la pudo seguir;
nadie la ha visto salir
como si invisible fuera.

(Los convidados se retiran.)

Príncipe:                     ¡Astro radioso, lucir
un breve instante te vi!
¡Si he de perderte, ay de mí,
(se cubre el rostro con las manos)
antes prefiero morir!


Fuente: María Cenicienta (1898).

** La edición es mía.

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