Pueblo
del Guayas rico y poderoso
en
los tres reinos que natura dio,
tu
asiento forma llano majestuoso
y
te circunda fiel vegetación.
Besa
tu planta caudaloso río
que
llega al muro siempre halagador,
y
se retira con potente brío
bañando
el curso en murmurante son.
Tienes
al frente bosque peregrino
que
adorna la ribera en su extensión,
do
se escucha del ave el dulce trino
y
del ambiente plácido el rumor.
Y
hasta el inquieto mar que cruda saña
indiferente
muestra, aterrador,
tiende
su brazo y tus espaldas baña
y
en sus aguas salud brinda al dolor.
Son
tus vastas orillas tan fecundas
que
jamás el arado las surcó,
y
los frutos variados en que abundas
acopia
sin trabajo el labrador.
Y
es grato contemplar el panorama
que
presenta a la vista seductor
las
simétricas siembras y la grama
reflejando
en las aguas su primor;
y
los llanos floridos y collados
que
siempre están cubiertos de verdor,
y
producen sus frutos señalados
germinando
en las breñas con vigor;
y
divisar del Chimborazo inmenso
la
cúpula, cual prisma encantador
que
se dibuja en horizonte extenso
y
tornasola al despuntar el sol;
a
el [sic] alba oír el melodioso canto
que
las aves elevan al Señor,
y
ver de noche el estrellado manto
que
el cielo abre con mágico fulgor.
Todo
en mi pueblo luce portentoso
y
revela su hechizo y su esplendor:
risueño
siempre, juvenil y hermoso
en
invierno y verano se mostró.
Y
manifiestan el potente anhelo
con
que el Ser Soberano lo premió,
en
su fecundo y matizado suelo
minas
y bosques de alta profusión.
El
guayasense laborioso, activo,
de
la fama y riqueza yendo en pos,
guarda
cauto su fe con celo vivo,
prenda
de gloria, paz e ilustración.
Y
goza ufano espléndidas delicias
al
ostentar virtud, genio y candor,
en
sus graciosas, bellas compatricias,
modelos
puros del materno amor.
Y
admira los prodigios que atesora
el
excelso país donde nació,
que
tal vez con el tiempo, más que ahora,
será
el ornato y prez del Ecuador.
Linda
joya de esmaltes escogidos,
de
brillo raro y singular valor;
semillero
de dones bendecidos
que
ofrece en todo regia profusión.
Estro
que inspira notas armoniosas
a
las ninfas que entonan su canción,
y
las quejas sentidas, cariñosas
de
enamorado, tierno trovador.
Bálsamo
grato al mísero que agita
tormento
inexplicable en su dolor;
belleza
suma que tal vez imita
del
mundo que ignoramos el primor.
¡Pluguiese
al Ser que paternal te diera
delicia
tanta en noble galardón,
propicio
alzarte a la sublime esfera
que
a las cultas naciones señaló!
Y
tus hijos, que amantes de tu gloria
anhelan
tu suprema elevación,
moral
recuerdo leguen a tu historia,
pues
no hay grandeza sin virtud y honor.
Fuente:
La guirnalda literaria (1870) y
Poetisas
americanas
(1896).
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La edición es mía.
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