A Guayaquil, Rita Lecumberri




Pueblo del Guayas rico y poderoso
en los tres reinos que natura dio,
tu asiento forma llano majestuoso
y te circunda fiel vegetación.
Besa tu planta caudaloso río
que llega al muro siempre halagador,
y se retira con potente brío
bañando el curso en murmurante son.
Tienes al frente bosque peregrino
que adorna la ribera en su extensión,
do se escucha del ave el dulce trino
y del ambiente plácido el rumor.
Y hasta el inquieto mar que cruda saña
indiferente muestra, aterrador,
tiende su brazo y tus espaldas baña
y en sus aguas salud brinda al dolor.
Son tus vastas orillas tan fecundas
que jamás el arado las surcó,
y los frutos variados en que abundas
acopia sin trabajo el labrador.
Y es grato contemplar el panorama
que presenta a la vista seductor
las simétricas siembras y la grama
reflejando en las aguas su primor;
y los llanos floridos y collados
que siempre están cubiertos de verdor,
y producen sus frutos señalados
germinando en las breñas con vigor;
y divisar del Chimborazo inmenso
la cúpula, cual prisma encantador
que se dibuja en horizonte extenso
y tornasola al despuntar el sol;
a el [sic] alba oír el melodioso canto
que las aves elevan al Señor,
y ver de noche el estrellado manto
que el cielo abre con mágico fulgor.
Todo en mi pueblo luce portentoso
y revela su hechizo y su esplendor:
risueño siempre, juvenil y hermoso
en invierno y verano se mostró.
Y manifiestan el potente anhelo
con que el Ser Soberano lo premió,
en su fecundo y matizado suelo
minas y bosques de alta profusión.
El guayasense laborioso, activo,
de la fama y riqueza yendo en pos,
guarda cauto su fe con celo vivo,
prenda de gloria, paz e ilustración.
Y goza ufano espléndidas delicias
al ostentar virtud, genio y candor,
en sus graciosas, bellas compatricias,
modelos puros del materno amor.
Y admira los prodigios que atesora
el excelso país donde nació,
que tal vez con el tiempo, más que ahora,
será el ornato y prez del Ecuador.
Linda joya de esmaltes escogidos,
de brillo raro y singular valor;
semillero de dones bendecidos
que ofrece en todo regia profusión.
Estro que inspira notas armoniosas
a las ninfas que entonan su canción,
y las quejas sentidas, cariñosas
de enamorado, tierno trovador.
Bálsamo grato al mísero que agita
tormento inexplicable en su dolor;
belleza suma que tal vez imita
del mundo que ignoramos el primor.
¡Pluguiese al Ser que paternal te diera
delicia tanta en noble galardón,
propicio alzarte a la sublime esfera
que a las cultas naciones señaló!
Y tus hijos, que amantes de tu gloria
anhelan tu suprema elevación,
moral recuerdo leguen a tu historia,
pues no hay grandeza sin virtud y honor.


Fuente: La guirnalda literaria (1870) y
Poetisas americanas (1896).
** La edición es mía.

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