El poeta, de Refugio Argumedo




Cual se levanta en el desierto ardiente
al soplo abrasador la enhiesta palma,
así se alza en mi abrasada mente
un pensamiento de ilusión ferviente
que hace agitar con emoción mi alma.

Quiero rasgar el porvenir sombrío,
soñar feliz con ilusiones bellas,
para olvidar el sufrimiento impío,
y en la efusión del sentimiento mío
gozar tranquila, disfrutar con ellas.

Genio esplendente de fulgor y vida,
por ti del mundo olvido los agravios,
tú arrullas mi existencia dolorida,
por ti se siente el alma conmovida
y palabras de amor vierten mis labios.

Quiero con flores de fragante aroma
coronar del poeta la cabeza,
porque la luz que en su mirar asoma
del sol radiante entusiasmado toma
y cruza el triste erial con entereza.

Él surca el mar de negras amarguras
y llena el aire con su dulce acento,
busca su ideal mansión en las alturas,
y olvidando sus negras desventuras
cual águila caudal traspasa el viento.

Él desciende al abismo entusiasmado,
penetra como el cárabo su fondo
y con la fe de su alma enajenado
lanza del corazón un ¡ay! tan hondo,
que llega hasta el Señor purificado.

Y allá en el corazón del infinito
busca su centro con afán ardiente;
la caridad y amor forman su mito,
y cual la dura roca de granito
resiste con su fuerza prepotente.

Recreándose en mundos de armonías
él siente lo que el vulgo no comprende
y en las noches negrísimas, sombrías,
vierte de su laúd las melodías
y su antorcha de luz ávido enciende.

¡Oh, poeta, poeta! Tus cantares
comprende solo el corazón que siente;
la ciencia te coloca en sus altares;
tu nombre en su rugir cantan los mares,
te dan las brisas perfumado ambiente.

Tú, en medio del revuelto torbellino,
alzas al cielo la inspirada frente,
no te doblegas al fatal destino;
con paso firme sigues tu camino,
aureola llevas de esplendor luciente.

Tú el porvenir presientes palpitante,
sabes leer en la azulada esfera;
el soplo del Señor te hizo gigante,
y a impulso de ese fuego dominante
en tu mirada el fuego reverbera.

Herschel[1] con catacleópticas [sic] grandiosas
mira un volcán en Diana refulgente,
descubre a Juno y Vesta luminosas;
mas tú, poeta, en tus ideas fogosas
en el solio de Dios posas la frente.

Tu patria no es aquí, alza tu vuelo;
allá en el infinito está la gloria:
tu ciencia no comprenden en el suelo,
remóntate, poeta, en alto anhelo,
deja al mundo tan solo tu memoria.


Fuente: Poetas hispano-americanos (1889).
** La edición es mía.







[1] Probablemente se refiere a algún miembro de la familia de astrónomos conformada por los hermanos William Herschel (1738-1822), descubridor Urano, y Carolina Herschel (1750–1848); John Herschel (1792-1871), hijo William, y Alexander Stewart Herschel (1836–1907), hijo de John.

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