Cual
se levanta en el desierto ardiente
al
soplo abrasador la enhiesta palma,
así
se alza en mi abrasada mente
un
pensamiento de ilusión ferviente
que
hace agitar con emoción mi alma.
Quiero
rasgar el porvenir sombrío,
soñar
feliz con ilusiones bellas,
para
olvidar el sufrimiento impío,
y
en la efusión del sentimiento mío
gozar
tranquila, disfrutar con ellas.
Genio
esplendente de fulgor y vida,
por
ti del mundo olvido los agravios,
tú
arrullas mi existencia dolorida,
por
ti se siente el alma conmovida
y
palabras de amor vierten mis labios.
Quiero
con flores de fragante aroma
coronar
del poeta la cabeza,
porque
la luz que en su mirar asoma
del
sol radiante entusiasmado toma
y
cruza el triste erial con entereza.
Él
surca el mar de negras amarguras
y
llena el aire con su dulce acento,
busca
su ideal mansión en las alturas,
y
olvidando sus negras desventuras
cual
águila caudal traspasa el viento.
Él
desciende al abismo entusiasmado,
penetra
como el cárabo su fondo
y
con la fe de su alma enajenado
lanza
del corazón un ¡ay! tan hondo,
que
llega hasta el Señor purificado.
Y
allá en el corazón del infinito
busca
su centro con afán ardiente;
la
caridad y amor forman su mito,
y
cual la dura roca de granito
resiste
con su fuerza prepotente.
Recreándose
en mundos de armonías
él
siente lo que el vulgo no comprende
y
en las noches negrísimas, sombrías,
vierte
de su laúd las melodías
y
su antorcha de luz ávido enciende.
¡Oh,
poeta, poeta! Tus cantares
comprende
solo el corazón que siente;
la
ciencia te coloca en sus altares;
tu
nombre en su rugir cantan los mares,
te
dan las brisas perfumado ambiente.
Tú,
en medio del revuelto torbellino,
alzas
al cielo la inspirada frente,
no
te doblegas al fatal destino;
con
paso firme sigues tu camino,
aureola
llevas de esplendor luciente.
Tú
el porvenir presientes palpitante,
sabes
leer en la azulada esfera;
el
soplo del Señor te hizo gigante,
y
a impulso de ese fuego dominante
en
tu mirada el fuego reverbera.
Herschel[1]
con catacleópticas [sic] grandiosas
mira
un volcán en Diana refulgente,
descubre
a Juno y Vesta luminosas;
mas
tú, poeta, en tus ideas fogosas
en
el solio de Dios posas la frente.
Tu
patria no es aquí, alza tu vuelo;
allá
en el infinito está la gloria:
tu
ciencia no comprenden en el suelo,
remóntate,
poeta, en alto anhelo,
deja
al mundo tan solo tu memoria.
Fuente:
Poetas hispano-americanos (1889).
**
La edición es mía.
[1]
Probablemente se refiere a algún miembro de la familia de astrónomos conformada
por los hermanos William Herschel (1738-1822), descubridor Urano, y Carolina
Herschel (1750–1848); John Herschel (1792-1871), hijo William, y Alexander
Stewart Herschel (1836–1907), hijo de John.
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