Fuego
es mi corazón, fuego mi mente,
y
fuego abrasador es mi suspiro;
en
cuanto me circunda, en cuanto miro
encuentro
del amor la llama ardiente.
Mas
no el conjunto vario y esplendente
que
ofrece el orbe en su incesante giro,
puede
brindarme el bien a que yo aspiro
ni
apagar esta sed que mi alma siente.
Tú
ves mis ansias. Dios, y me concedes
que
se encuentre cautivo el pecho mío
del
más sublime amor entre las redes.
Tú
de mi alma llenas el vacío,
Tú
eres todo mi bien, tú solo puedes
ser
eterno señor de mi albedrío.
Fuente:
Antología ecuatoriana. Poetas (1892).
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La edición es mía.
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