Tiempo,
que inclemente talas
la
juventud, la belleza,
la
alegría, la riqueza,
y
de la naturaleza,
las
más esplendentes galas;
y
en tu furiosa corriente,
arrebatas
las pasiones,
los
imperios, las naciones.
y
las bellas ilusiones
de
la niñez inocente:
Tú,
que al peso de tu planta,
marchitas
la edad primera.
blanqueas
la cabellera;
y
a la joven hechicera
doblas
la gentil garganta…
Tú,
que apagarás un día
con
tus pasos destructores,
de
ese sol los resplandores:
Vuela,
¡oh, tiempo!, y los dolores
llévate
del alma mía.
Fuente:
Ensueños de la mente (1884).
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La edición es mía.
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