A mi patria, de Felicia Victoriana Nash





Cuando sobre el espacio cristalino
desplegó como un pájaro marino
sus alas el vapor;
cuando vi en lontananza ya perdidas
las montañas, las lomas tan queridas
de mi bello Ecuador;
cuando del mar tras la anchurosa frente
las sierras azuladas, lentamente.
sus cimas vi ocultar;
con aflicción profunda y penetrante
me cubrí con las manos el semblante
y prorrumpí a llorar.
¡Ay! Porque ¿cómo olvidará mi anhelo
que fueron esa tierra y ese suelo
los que primero vi?
¿Cómo olvidar que en ese suelo mismo
en mi frente la linfa del bautismo
dichosa recibí?
¡Oh, Ecuador! Si en mi pecho se apagara
tan sagrada ternura y olvidara
esta historia de amor,
hasta el don de sentir me faltaría,
pues quien no ama a la patria, ¡oh, patria mía!,
no tiene corazón.
Pero, ¿cómo es que tu adorado suelo
y tu risueño y luminoso cielo
he podido dejar?
Nunca lo olvidaré: la mar gemía
y al través de mis lágrimas veía
sus aguas ondular.
Era la hora en que la flor se cierra
y en que suspira su oración la tierra
y aguarda alma quietud;
la hora en que la estrella vespertina
asoma por detrás de la colina
con triste lentitud.
La tierra, el sol y el cielo parecían
que en dolientes miradas me decían
su callado dolor.
Por fin surcó el vapor el océano
y, cerrando los ojos, con la mano
les di mi último adiós.
¡Oh, Ecuador! Si en mi pecho se apagara
tan sagrada ternura y olvidara
esta historia de amor,
yo hasta el don de sentir me negaría,
pues quien no ama a la patria, ¡oh, patria mía!,
no tiene corazón.


Fuente: Antología ecuatoriana. Poetas (1892).
** La edición es mía.


Photo via Visual hunt

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