Dedicado a la tumba de mi señora madre en el día que cumplía años, de Fabiana Geldres Dorregay




¡Ah! Hoy al recordar tu nombre santo
mi corazón se eclipsa de dolor.
Solo te hace la ofrenda de mi llanto
mi alma inundada por tu ardiente amor.

Solitaria en mi aflicción
no tengo más que ofrecerte
que el llanto del corazón
por mi despiadada suerte.

Tú eras de mi alma la vida;
tu amor era mi consuelo;
del cielo estrella caída
que volvió a subir al cielo.

Tan solo guardo en mi pecho
dos recuerdos dolorosos,
y así llorando yo gozo
con el corazón deshecho.

Y mis lágrimas vertiendo
en medio de amargo duelo,
no obstante que te estoy viendo
que te has remontado al cielo.

Fue la vida para ti un tormento,
rodeada de pesar y de agonía,
yo compartí contigo el sentimiento
porque era tu pena la pena mía.

¡Ay! En tu noble corazón virtuoso
el deleite fugaz no se albergó
y, ante las decepciones, victorioso,
con la resignación de ellas triunfó.

Caminaste infeliz por un camino
sembrado de miserias y pesares;
cirniose sobre ti fatal destino,
cual negro temporal en limpias mares.

En la triste orfandad de nuestro duelo
siquiera nos quedó, madre querida,
el abrigo del hijo que en tu vida
fue tu sostén, tu amor y tu consuelo.

Mientras en el mundo lloro mi amargura,
ya sea en la miseria o en la gloria,
tu recuerdo amoroso, madre pura,
conservaré constante en mi memoria.

Que las virtudes que formaban tu alma
son un legado para mí precioso;
bálsamo solo que mi pena calma,
prosternada ante el Todopoderoso.

Yo no te olvidaré mientas exista,
y siempre con intensa adoración,
y al alzar a los cielos yo mi vista
te enviaré suspirando el corazón.

Lima, agosto 9 de 1887.


Fuente: El Perú Ilustrado.
** La edición es mía.



* Photo via Visual Hunt.

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