“¡Poetas!”,
dijo un necio, y tras la frase
lanzó una carcajada.
“¡Ay!
pobres locos”, agregó, “que viven
mártires de sus ansias.
Ellos,
soñando siempre, o se remontan
a un cielo de bonanza,
o
blasfeman del mundo y sin consuelo
dejan correr sus lágrimas.
¿Tienen
Dios esos hombres? ¿Quién los guía?
¿Ellos no tienen alma?
¿Quién
da forma a sus pobres pensamientos?
¿Quién diz que tienen alas?”.
“¡Oh,
necio!”, respondió una voz tan dulce
como acorde de un arpa.
“El
Dios de los poetas no es el tuyo,
ni como tu alma es su alma.
Su
Dios es grande, vive allá en la cumbre,
donde la regia llama
de
lo ideal y perfecto siempre alumbra
la fe y la esperanza.
La
luz de las estrellas ilumina
su cerebro, y sus alas
son
suaves como pétalos de lirio,
como la Luna blancas.
Y
mientras tú te arrastras por el mundo
riendo
carcajadas,
al
cielo los poetas se remontan
y
en el seno de Dios dejan sus lágrimas”.
1900
Fuente:
Lágrimas.
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La edición es mía.
Photo credit: Sharon Mollerus via Visualhunt / CC BY
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