Tiempo
implacable, que en veloz carrera
pasas
dejando lacerada el alma,
y
destrozando con tu mano fiera
amor,
ternura y venturosa calma.
Tú
que en constante, eterno movimiento,
sigues
tu marcha desoyendo el llanto;
tú
que ríes, ¡cruel!, del sufrimiento,
desplegando
sobre él tu espeso manto:
tú
que te muestras fiero y obcecado,
al
llanto aterrador del alma herida,
detén
tu paso… genio despiadado;
por
un momento tu misión descuida.
Quiero
que veas el obscuro abismo
do
el hado negro de mi suerte impía,
al
hacerse la sombra de sí mismo,
ha
sepultado la existencia mía.
Detén
tu vuelo, ¡oh, Tiempo!, y luego… ¡olvida!
Sí,
olvida que mi espíritu cansado,
al
recordarte su ilusión querida,
con
sus ayes tu marcha ha dilatado.
Fuente: Poetisas mexicanas.
** La edición es mía.
Photo via Visual Hunt
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