Si
tú culpable fuiste, pobre alma,
¿quién
el culpable fue de tu demencia?
No
tiene el mundo la dorada palma
que
al mundo le pediste en tu inocencia.
¡Adórnate
de luces y de galas!
Ya
es tiempo que despiertes a la vida,
que
al sol del porvenir tiendas las alas
y
le des al amor la bienvenida!
¡No
te arredre la inmensa lejanía!
¡Cobra
aliento en la fe que te domeña!
Allá,
sobre la cumbre, tiene el día
su
aurora tropical, blanca y risueña.
Fabrica
tus altares con el oro
de
que es rica tu fe, valiosa y pura,
y
deja sobre el ara tu tesoro;
los
gajes de mi amor y mi ternura.
Y
ruja el vendaval; sobre las sienes
aureola
de paz la dicha afianza...
El
mundo, ¿qué te importa?, ¡si ya tienes
tu
hogar, y tu ventura, y tu esperanza!
Fuente:
Parnaso antillano.
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La edición es mía.
Photo via Visualhunt
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