La estatua, de María Carmen Izcúa




Olvidada entre helechos
envejece la estatua,
recibiendo tan solo caricias
y el beso perfumado de las ráfagas.

¡Hay en lo inerte vida;
hay en la nieve llama;
y, en el pliegue dormido de los párpados,
el brillo misterioso de las lágrimas!

Acerqueme y de dije: ―¿Quién te alienta?
¿Quién te ha encendido? ¡Habla!
¿Quién prendió fuego en tus pupilas muertas?
¿Quién en la muda piedra volcó un alma?

Entonces, cual si fuera transparente
el mármol adorado por las ráfagas,
vi agitarse el espíritu del genio
en el cuerpo armonioso de la estatua.


Fuente: Parnaso uruguayo.
** La edición es mía.

Photo via VisualHunt

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