¡Salve,
Tollantzinco[1]
hermosa!
Donde
el aura es más serena;
donde
es más exuberante
la
rica naturaleza;
donde
de las bellas flores
se
aspira la grata esencia,
y
de las aves los trinos
nos
trae la brisa ligera;
donde
el cielo es más azul;
do
el agua murmura leda
y
brindan ventura y calma
tus
encantadas florestas.
¡Salve!
El alma conmovida,
al
contemplar tus bellezas,
olvida
sus desventuras,
olvida
sus hondas penas.
¡Oh,
cómo pasan aquí
las
horas gratas, serenas!
¡Cómo
transcurre la vida
de
dulces encantos llena!
Aquí
se siente mejor,
Más
goces la mente sueña,
con
más fe, con más confianza
dicha
al corazón espera.
cuando
el Ángel del deber
a
mis hogares me vuelva,
bendeciré
tu memoria;
la
adoraré hasta que muera.
De
tus generosos hijos
me
llevaré como prenda
el
sentimiento infinito
de
amistad franca y sincera.
En
tanto, ciudad hermosa,
la
de perfumadas selvas;
la
de cristalinas aguas
con
las que el sol juguetea;
la
de inmensas hortalizas;
la
de magníficas huertas,
frescas,
tranquilas, umbrías,
que
al paraíso remedan;
te
saludo cariñosa
de
placer el alma llena.
Y
te ofrezco el homenaje
de
mi admiración sincera.
Fuente:
Poetisas mexicanas (1893).
**
La edición es mía.
[1] Tulancingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario