No sé qué encanto misterioso y bello
tiene
tu luz, estrella diamantina,
que
al contemplar su vivido destello,
el
fuego del amor en mí germina.
Tus
dulces melancólicos reflejos
me
recuerdan la luz de una mirada,
que
brilla ahora de mi lado lejos
y
está en mi mente sin cesar grabada.
Mil
veces en el agua de la fuente
retratada
miré tu faz divina;
brillabas
más hermosa, más luciente,
resbalando
en la tela cristalina.
De
la selva también en la espesura
he
admirado tus vivos resplandores;
allí
me pareciste blanca y pura
cual
primera ilusión de los amores.
En
las horas de triste desaliento,
en
que el alma abatida sufre y llora,
cuando
la vida es hórrido tormento
que
oprime el corazón y lo devora,
fijo
mis ojos en el ancho cielo
salpicado
de bellos luminares,
y
en tu vivo fulgor hallo el consuelo
que
mitiga mis íntimos pesares.
Porque
tu luz, estrella peregrina,
no
sé qué hechizo encierra misterioso,
que
adormece la mente y la fascina
cual
dulce ensueño de un amor dichoso.
Nunca
me robes tu fulgor divino;
sé
de mi vida luminosa guía,
y
ya que es triste mi fatal destino,
sé
tú un consuelo para el alma mía.
Fuente:
Poetisas americanas.
**
La edición es mía.
Photo credit: fdecomite via Visual Hunt / CC BY
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