Si
Dios puso en tus manos una lira,
¿por
qué cual otros en sublime canto
no
ensalzas la virtud y el dulce encanto
con
que el amor al corazón inspira?
¿Insensible,
tu musa, no suspira
al
contemplar sumida en triste llanto
a
nuestra amada patria, y su quebranto
en
nobles versos a calmar no aspira?
¡Ay!
Tu mente extraviada no comprende
la
misión generosa del poeta
y
a la mujer en su delirio ofende.
Mas,
aunque herida con mortal saeta,
a
tomarte la injuria no desciende:
que
sabe perdonar quien se respeta.
Fuente:
Parnaso peruano (1871).
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La edición es mía.
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