¡Oh,
lira! Si el sentimiento
siempre
inspiró tus cantares,
no
extrañes que en mis pesares
me
acerque llorando a ti.
Deja
que sobre tus cuerdas
apoye
mi débil brazo,
y
que dándote un abrazo
pueda
sin pena morir.
Deja
que te ponga ansiosa
sobre
el desgarrado pecho,
y
que mil pedazos hecho
te
muestre mi corazón.
No,
lira, yo no te pido
tus
preludios seductores.
¡Ay,
no! Perdí mis amores,
mis
dichas y mi ilusión.
No
pueden engalanarte
las
flores de mi existencia,
porque
perdieron su esencia
al
principio de su abril.
Secas
ya, pálidas, mustias,
y
por el aire esparcidas,
¡sus
tristes hojas caídas
podrán
llegar hasta ti!
No,
que ha de ser tu preludio
con
mis ayes confundido,
remedo
fiel de un gemido
que
el viento arrebatará.
Fuente:
Poesías (1859).
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La edición es mía.
Photo via VisualHunt.com
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