El árbol seco, de Luisa Molina




¿Por que estás entre dudas, Esperanza,
y abandonas mi frágil corazón?
Ya tu voz no me ofrece la bonanza,
tristes sombras ofuscan mi mansión.
Un rayo de tu luz el alma implora,
que refleje un momento en mi vergel,
como el tibio reflejo con que dora
el ocaso la copa de un laurel…
Una chispa de luz fúlgida y bella
como el rayo que arroja en derredor
de su trono de zafiro una estrella
y refleja en el cáliz de una flor.
¿Por qué alcanzar algún consuelo dudo?
En la margen inculta de un raudal,
yo vi un roble, ya seco, negro y rudo,
azotado del recio vendaval.
Era una tarde bella y despejada:
ya en occidente reflejaba el sol
y en su rama ya seca y deshojada
derramaba su vivo tornasol.
Inclinado a las aguas, carcomido,
sin verdor, ya rendida su altivez,
entre el cieno y la hierba sumergido
como un triste indigente en su vejez.
Claras ondas, azules, sosegadas,
brota un limpio y fecundo manantial
junto al roble, corrientes esmaltadas,
transparentes cual diáfano cristal.
En su espejo retrata los matices
de las flores del margen, sin rumor:
forma olas del roble en las raíces
y de espumas le cubre en derredor.
A su tronco desnudo reclinada
comparando a su vida mi existir,
mi alma triste, marchita y desolada
compadeció su estéril porvenir.
Otro día, pensando en mis martirios,
en la misma ribera, al reflejar
la postrimera luz sobre los lirios,
me llegué el seco roble a contemplar.
Y suspensa quedé… Sola en el mundo,
me contempla con íntimo dolor,
que a una rama del roble ya fecundo
hojas verdes le vi… ¡le vi una flor!
Tú brotaste esas hojas; por ventura,
y esa flor sonrosada con desdén,
¿Por qué a ti me comparo en mi amargura,
y en ti reclino mi agitada sien?


Fuente: Poetisas americanas (1896).
** La edición es mía.

Photo via Visual hunt

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